miércoles, 10 de junio de 2009

De miedos y otros sentimientos

Todo comenzó en un encuentro. Un encuentro que tuvo lugar hace más de un año, en un salón con techo de paja, al aire libre. Rodeado de árboles de plátano, cultivos de yuca, flores y vegetación típica de las tierras de la región Caribe.

Y en áquel lugar, mientras me acercaba las escuché. Un grupo de mujeres conversaba, algunas sentadas, otras de pie y algunas estaban junto a sus hijos pequeños. Recuerdo a estas mujeres, de piel morena, que vestían de distintos colores. Unas se veían sonrientes y conversadoras. Las mayores, tenían una expresión fuerte en su rostro.

En esos instantes de la media mañana, iniciamos las jornadas de talleres sobre participación. Las mujeres prestaban atención, comentaban, preguntaban y algunas escribían. Entonces, al terminar la tercera actividad, una de ellas tomó la palabra y empezó a hablar sobre su experiencia de la violencia, las amenzas, la muerte de su esposo y hermano, el miedo y el desplazamiento.

Historias que habían estado guardadas en su memoria, hasta que volvió a llegar el momento en que podían contarse. O hasta que había llegado el momento de que alguién escuchara.

Esta mujer de mediana edad, muy delgada y madre de cuatro hijos, nos contó su historia de dolor, el sentimiento de humillación y su angustia cuando tuvo que huir de su pueblo ubicado al Sur del departamento de Bolívar. Narró en llanto, el viaje hasta la Isla del León en el barrio el Pozón. Una zona receptora de población desplazada en Cartagena, -la ciudad de los festivales de cine, músia clásica y congresos; el destino de los cruceros, el lugar de las murallas históricas, y del mercado de esclavos, que ahora es visitado por turistas europeos y norteamericanos-.

Aún hoy me parece estar viéndola allí, con toda la nitidez del mundo, cuando describía el entorno del lugar donde habitaba, una casucha de lata y plástico, alrededores inundados, llenos de barro formado por lluvia y aguas negras. Así, contó ella, surgía la desconfianza, el sentimiento de inseguridad y desamparo.

Pero desde hacía algunos años atrás, había una diferencia. Ya no vivía en el Pozón. Esta mujer, había logrado luchar por el derecho a tener una vivienda digna para sus hijos. Con otras mujeres desplazadas conformaron una asociación de base, para participar en los asuntos públicos que las afectaban, para demandar ante el Estado sus derechos como ciudadanas y mujeres víctimas del delito de desplazamiento forzado.

Y entonces llegó ese día, en el que sus compañeras y yo, la escuchamos atentas y en silencio. La historia de esta mujer no es solamente el relato sobre su vida; es parte de la historia de la violencia en Colombia, del conflicto armado, entre grupos guerrilleros, paramilitares y las fuerzas armadas. La violencia que afecta a la población civil, especialmente a mujeres y niños.

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